Un día, al atardecer, Jesús dijo a sus discípulos «Vamos a la otra orilla del lago». Entonces los discípulos despidieron a la gente y condujeron a Jesús en la misma barca que estaba. Iban además otras barcas.
De pronto se desató un fuerte viento y las olas se estrellaban contra la barca y la iban llenando de agua. Jesús dormía en la popa, reclinado sobre un cojín. Lo despertaron y le dijeron: "Maestro ¿no te importa que nos hundamos?". Él se despertó, reprendió al viento y dijo al mar: «¡Cállate, enmudece!». Entonces el viento cesó y sobrevino una gran calma. Jesús les dijo: «¿Porqué tenían tanto miedo? ¿Aún no tienen fe?». Todos se quedaron espantados y se decían unos a otros: "¿Quién es éste, a quien hasta el viento y el mar obedecen?". (Mc 4, 35-41)
De pronto se desató un fuerte viento y las olas se estrellaban contra la barca y la iban llenando de agua. Jesús dormía en la popa, reclinado sobre un cojín. Lo despertaron y le dijeron: "Maestro ¿no te importa que nos hundamos?". Él se despertó, reprendió al viento y dijo al mar: «¡Cállate, enmudece!». Entonces el viento cesó y sobrevino una gran calma. Jesús les dijo: «¿Porqué tenían tanto miedo? ¿Aún no tienen fe?». Todos se quedaron espantados y se decían unos a otros: "¿Quién es éste, a quien hasta el viento y el mar obedecen?". (Mc 4, 35-41)