Se le acercó a Jesús un leproso para suplicarle de rodillas: "Si tú quieres, puedes curarme". Jesús se compadeció de él, y extendiendo la mano, lo tocó y le dijo: «¡Sí quiero: sana!». Inmediatamente se le quitó la lepra y quedó limpio. (Mc 1, 40-42)
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«En verdad, en verdad os digo: si alguno guarda mi palabra, no verá la muerte jamás» (Jn 8, 50)
14 enero 2016
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